Massimiliano Allegri no es sólo el DT del Milan que terminó con la hegemonía del Inter. Es todo un personaje que llegó a dejar plantada a su novia en la iglesia a punto de casarse. Gana la sexta parte que Ibrahimovic (salario), pero es la estrella más brillante del plantel.
El último fin de semana, los jugadores del Milan lo emplearon como imagen de la alegría: lo pusieron en el centro de todo el plantel y lo tiraron para arriba como a una bandera. Y él, entrenador sonriente, flameó feliz. La escena se parecía bastante a la de una boda en la que el novio resultaba el homenajeado. Pero era otra cosa: luego de siete años, el Milan ganaba el Scudetto y finalizaba la hegemonía del Inter, el eterno rival, el vecino que estaba viviendo el mejor lustro de toda su historia.
El que volaba por los aires de Roma, en pleno estadio Olímpico, era Massimiliano Allegri, en el día más relevante de su carrera. El hombre simpático que había arribado entre dudas, de repente se transformó en la cara visible de una consagración postergada entre tantas sombras e incomodidades. Sí, el técnico que gana anualmente la sexta parte que el goleador del equipo, Zlatan Ibrahimovic, es tras la conquista del campeonato una de las grandes estrellas de la constelación del calcio.
Cuando llegó al Milan, un periodista del Corriere della Sera le preguntó: "Después de dirigir a Aglianese, Spal, Grosseto, Sassuolo y Cagliari, ¿está preparado para dar el gran salto?" Su respuesta fue una definición de su postura y de sus modos: "Perdone, ¿en qué año usted empezó a escribir en el diario? Uno empieza desde abajo, con la ambición de llegar lo más alto posible. Cuando empecé a ser entrenador, no imaginaba que un día guiaría al Milan, pero tampoco me puse límite para no conseguirlo". Lo dijo de la manera que mejor le sienta: con una sonrisa de esas que la RAI tanto se empecina en mostrar. Cuentan las mujeres de Milan que con ese recurso sencillo es capaz de generar suspiros. No son pocos los medios del mundo que lo señalan como un seductor. Y Adriano Galliani, el hombre que decide en Milan en nombre de Silvio Berlusconi, lo comentó hace poco: "Tiene el perfil ideal para dirigir a este club".
Su fama de galán propio del cine italiano de otros tiempos se la ganó con un episodio de película: dejó plantada a su novia de toda la vida frente al altar de una iglesia de Pescara, donde el cura Ermenegildo estaba listo para declararlos marido y mujer. Aquel momento lo relató con lucidez el blog español El Enganche: "Fans de las comedias italianas, del amor que desprende su embaucadora lengua y del humor irónico con el que describen singulares escenas, todos en Pescara conocían situaciones similares. Meses de preparativos, una legión de invitados con sus mejores vestimentas, un sol radiante de día festivo y flores en cada esquinazo. La felicidad de un día de boda inundaba las familias de Erika y Massimiliano, los dos jóvenes que habían compartido siete años de noviazgo y pareja toda la vida. En los grupillos de amigos, las chicas decoraban los últimos detalles con sonrisas mientras los chicos, arrinconados y cariacontecidos, recordaban las últimas palabras de Massimiliano en la despedida de soltero: '¡No me caso. Mañana no me caso!'"
El mismo Allegri se refirió hace poco a aquel momento que todos le suelen recordar: "Al final tomé la decisión más correcta. Uno se come la cabeza durante semanas, llega el día de la verdad y no puedes escaparte. Como cuando un técnico decide la formación y está pensándolo de manera constante. Después llega la 15:00 de la tarde del domingo y hay que acabar con ese tema de una vez". Erika, la chica en cuestión, se casó más tarde con otro. Y desde aquella ausencia en la iglesia de Max -el apodo que ahora está en la boca de casi todo Milan-, ella no le dirige la palabra.
Allegri -nacido en Livorno hace 43 años- jugó como mediocampista en diversos equipos de Italia, entre 1984 y 2003. Pero jamás se consolidó en la elite. Sus mejores pasos y pases los ofreció en sus dos ciclos en Pescara, donde siempre lo recuerdan con afecto. También jugó en Cuoiopelli, Livorno, Pisa, Pavia, Cagliari, Perugia, Padova, Napoli, Pistoiese y Aglianese, donde comenzó su recorrido como entrenador. En toda su campaña, disputó 374 partidos y convirtió 56 tantos. Era "un mediocentro con llegada al gol", según definió alguna vez una guía de la revista Guerin Sportivo, en los años 90. Una suerte de Juan Sebastián Verón que jugaba en los segundos escalones del calcio.
Igual, Allegri siempre supo y expresó que quería ser entrenador. Asumió riesgos en el camino. Empezó joven y desde abajo. Y abrazado a la audacia: en sus primeras dos temporadas en la Serie A, con el Cagliari, se buscó un rival de los enormes: José Mourinho, entonces dueño de las decisiones importantes en el implacable Inter. Aquellos días los contó Miguel Herguedas, en el diario El Mundo, de España: "Allegri, que dirigía al Sassuolo de la Serie C en abril de 2008, era lo más parecido a un enigma. Admirador de Carlo Ancelotti y Arsene Wenger, dio el salto de calidad en Cagliari con dos temporadas de fútbol espumoso y algunos desencuentros con José Mourinho, al que arrebató el galardón al mejor entrenador de la Serie A (Panchina d’Oro). '¿A quién le importa ese premio?', exclamó el portugués, en su enésimo desencuentro con un colega". No se inhibió Acciughino (Anchoíta, como lo llaman los más íntimos): "Mou se podría ganar la vida como actor...". Aquella frase también lo retrata: Allegri está preparado para los grandes desafíos. Al menos afuera de la iglesia...
Fuente: www.clarin.com
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